La violencia machista no entiende de clases sociales ni poder económico. Es una trampa sentimental en la que caen mujeres de todos los ámbitos. También las profesionales cualificadas -médicas, profesoras, abogadas- que sufren una doble incomprensión.
los expertos, sin cifras en la mano, sitúan el porcentaje de mujeres con estudios universitarios entre el 5% y el 10% del total de denuncias por violencia machista (142.125 sólo en 2008), y alertan de que los casos van a más. Las mujeres maltratadas que triunfan en lo profesional se topan, en ocasiones, con jueces y fiscales con mucha prevención ante el relato del infierno que viven en casa. Les resulta chocante que hayan podido consentir abusos y malos tratos con el prestigio que atesoran.
Los casos de discriminación afloran cada cierto tiempo porque los prejuicios están muy arraigados. Hace dos años un juez de Valladolid pretendió archivar una denuncia al estimar "sorprendente" que una mujer con alto nivel de formación y capacidad fuera capaz de soportar durante años "esos supuestos desprecios y humillaciones sin poner remedio a esa situación".
¿Hasta qué punto están extendidas esas ideas preconcebidas que perjudican a ciertas víctimas? En un solo proceso, una mujer puede lidiar con tres jueces, dos fiscales y varios oficiales que pueden influir en la credibilidad otorgada a su testimonio. A veces resulta complejo que nadie se vea influido por la imagen social de la víctima de bajos recursos, y la mujer con poder económico contradice ciertos códigos. Además, es más habitual la violencia psicológica que la física, con la dificultad añadida que esto acarrea.
Aún se identifica maltrato con personas sin formación y con las lesiones. Pero también influye el problema de la prueba: cómo probar el maltrato psicológico pese a los estudios de psicólogos es otra clave;queda mucho camino que recorrer para atajar este problema.
Irlanda en Español
Hace 9 años
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